Hace ya unos cuantos días que pude dar el salto a Windows 10, ya que no disponía de otro ordenador a parte del que uso diariamente para realizar la instalación, y temía acabar con algo inestable entre manos que afectase al trabajo que realizo diariamente. Creo que tomé la mejor decisión ya que la versión actual (Build 10162) goza de una estabilidad y fluidez que bien podría ser considerada la versión final.
De hecho, esta última versión ya ha pasado por el slow ring o anillo lento de Windows 10 Insider Preview, donde no se suelen recibir muchas actualizaciones, e incluso se ha publicado su archivo ISO en la página oficial de Microsoft. Esto demuestra la fiabilidad que pone Microsoft en la build 10162 después de todas las correcciones realizadas en las última semanas.
Así pues, voy a comentar de forma breve unos cuantos cambios que me han gustado respecto a Windows 8.1 que era el sistema operativo que utilizaba anteriormente. No tienen por qué ser solo cuestiones técnicas, ya que algún detalle en cuanto a su interfaz me ha gustado mucho y creo que debería mencionarlo. Y recordad que esto es simplemente mi opinión, no quiere decir en ningún momento que esto sea un “mejoras de Windows 10 respecto a Windows 8”.
En Windows 7 ya me sorprendió la posibilidad de acoplar ventanas simplemente arrastrando la ventana a uno de los laterales de la pantalla, pero con Windows 10 considero que han cogido esa idea y la han mejorado todo lo posible. Ahora es posible hacer lo mismo pero con más posibilidades y de forma más rápida.
Si arrastras una ventana a uno de los laterales de la pantalla, más o menos a una altura intermedia, esta se acoplará como viene siendo habitual hasta ocupar el 50% de la pantalla, dejando lugar para otra ventana. Al menos, eso era hasta Windows 10, ya que ahora también podrás arrastras ventanas a las esquinas de la pantalla para que en lugar de ocupar el 50% ocupen solo un 25% de la pantalla, permitiendo así mostrar hasta 4 ventanas al mismo tiempo.
Además, al hacerlo y como podéis ver en la imagen anterior, Windows 10 nos mostrará una especie de vista de tareas para que escojamos de entre las aplicaciones que están ejecutándose, cuál queremos que se muestre en el hueco restante. Esto especialmente a mi me encanta, ya que me ahorra el tener que ir a buscar dicha aplicación y arrastrar de nuevo a un lateral su ventana.
Al principio pensé que no lo usaría mucho pero me ha acabado gustando bastante, no solo por los accesos directos que me permiten tener a mano control sobre cosas como el brillo, la conexión WiFi, o el modo avión. También me ha llamado la atención porque, al igual que el centro de notificaciones de Windows Phone, Windows 10 muestra todas las notificaciones de aplicaciones o del sistema, como fallos en actualización o acciones pendientes, a través del centro de actividades hasta que decidas borrarlas. De este modo al mismo tiempo que no se lanzan avisos intrusivos, estos se mantienen ocultos en dicho lugar por si, como me ha pasado, te olvidas o no lo ves cuando aparece en pantalla.
En Windows 8 se intentó cambiar lo que hasta la fecha se había llamado Panel de Control, y el resultado no pudo ser más catastrófico. Yo en concreto, lo usaba para unas cuantas cosas contadas y me ponía de los nervios tener que acceder a una parte del sistema operativo que había sido forzada a separarse del escritorio, para terminar al fin y al cabo haciendo cambios sobre este último.
El nuevo menú de configuración me parece bastante sencillo, más que el que intentaron hacer triunfar en anteriores versiones y con una función de búsqueda para encontrar rápidamente (tal y como se podía hacer con la búsqueda anteriormente) funciones como “Ratón” o “Centro de Redes”. Además, la mayoría de opciones se pueden modificar desde la propia interfaz sin tener que estar dando tantos saltos al escritorio.
Pero sin duda alguna, si hay algo que realmente me gusta es la unión entre el escritorio y la interfaz moderna. Atrás quedan esos tiempos donde Windows 8 imponía la presencia de dos mundos completamente distintos, separados pero al mismo tiempo forzados a coexistir dejando un resultado que hoy en día podemos decir que no era para nada eficiente.
Por ejemplo, y tomando el caso anterior para hacerlo, el menú de configuración aunque sigue siendo una aplicación con interfaz moderna, se integra a la perfección en el escritorio ya que actúa como si fuese una aplicación del mismo, pudiendo redimensionar su ventana, minimizar o cerrarla con la misma facilidad, o visualizarla en la vista de tareas, sin aplicar separaciones entre aplicaciones de escritorio y el resto.
Ahora es más fácil que una persona quiera explorar el mundo de las aplicaciones modernas que Microsoft creó con Windows 8, ya que no se ha querido convertir al escritorio en una aplicación a la que acceder mediante la nueva interfaz, sino que es el escritorio el que contiene todo lo demás, junto con el botón Inicio que tanto se pedía a gritos.