Vivimos una época maravillosa, y lo más curioso, casi nadie es capaz de captar lo que subyace a la misma y cómo se está definiendo cómo será el futuro que no está tan lejos como pensamos. Hagamos un pequeño repaso de los últimos años de la tecnología para darnos cuenta cómo las cosas han ido cambiando.
Un poco de historia
Estamos en enero de 2007 y las marcas se pelean por implantar dos tipos de dispositivos: los pads o agendas y los teléfonos inteligentes. Tres marcas tenían las cartas sobre la mesa en uno u otro: Microsoft, Blackberry y Nokia. Había más actores, pero estos tres eran los mejor postulados.
En el primer caso, Microsoft tenía una suerte de versión inusable de Windows (botón de inicio incluido) manejado a través de un stylus (véase, palo de plástico de alto peso que pulsaba con “mayor precisión” una pantalla táctil resistiva de un solo punto de presión). Este era susceptible para agendas sin conexión de datos para teléfono (HP iPaq, lección de inusabilidad histórica) e incluso para teléfonos en una suerte de híbrido que era la pesadilla de la usabilidad. Pero hasta ese momento, Microsoft entendía (en manos de Steve Ballmer, comercial, no técnico) que el móvil era el Windows de tu PC pero más pequeñito. Se equivocaba, obviamente.
El segundo caso, Blackberry, que tenía el mercado plagado de teléfonos inteligentes que hacían las delicias de multitud de ejecutivos y profesionales por una sencilla razón: su teclado era práctico y rápido. Pero al magnífico teclado y a la sobresaliente gestión de emails, se unía un navegador inusable basado en WAP, un sistema operativo incómodo y una lentitud extrema para multitud de procesos. Para gestionar el email era sobresaliente, para todo lo demás una calamidad.
El tercero, Nokia, vivía en su mundo donde quería que la experiencia móvil que tan buen éxito le había reportado (cuánta gente tenía un Nokia y cambiaba uno por otro sin salir de la marca porque era el móvil que sabía manejar) se trasladara a su suerte de híbrido entre las agendas con Windows Mobile y las Blackberry con experimentos varios que incluían incluso teclado físico. Esa búsqueda de conseguir lo imposible destruyó al fabricante.
Pero un señor salió a un escenario y dijo lo que nadie quería oír: que esos teléfonos y dispositivos eran complicados de manejar, permitían acceder a una versión “bebé” de internet y, lo más importante, no eran tan inteligentes (not so smart). Este señor se llamaba Steve Jobs y ese día se presentó el iPhone, el primer paso al cambio tecnológico más importante de los últimos años. Solo 3 años después, este señor, de nuevo, volvía a dar una lección demostrando que un tablet no era un ordenador de 3 kilos con un stylus de plástico y pantalla capacitiva para manejar con un puntero de ratón que se movía mágicamente donde tocaras en una versión “extraña” de sistema operativo convencional. Presentó el iPad y volvió a dar una lección.
Ninguna de las tres empresas dominantes supo entender aquello y las tres se hundieron, en mayor o menor medida: Microsoft se convirtió en el tercer jugador de un mercado dominado por Google y Apple, Blackberry casi ni existe y Nokia fue comprada por la propia Microsoft. Porque ninguna de ellas entendió o supo reaccionar a los movimientos de Apple al estar al mando, todas ellas, de comerciales no técnicos.
Microsoft, resurgiendo de sus cenizas
Pero he aquí que Microsoft empezó a reaccionar, a trabajar como nunca había hecho, y a andar una dirección inusitada. La muerte de Steve Jobs hizo que Apple fuera controlada por una suerte de mezcla de técnicos, comerciales y diseñadores, que presionados por las tendencias de mercado cambiarían la filosofía de la compañía con el objetivo de satisfacer a los inversores y al propio mercado. Hasta ese momento, Apple le había dicho al mercado qué tenía que fabricar o crear: le había dicho qué era un smartphone y qué era una tablet. Ahora eso ha cambiado y Apple se ha convertido en la empresa que mejores productos hace (históricamente siempre lo ha sido), pero aquellos productos que el mercado ya ha dicho que quiere sin que sean ellos quienes deciden.
Porque quien marca ahora la tendencia del mercado, creando lo que este querrá, es Microsoft. Cambio de paradigma inusitado donde el gran Satya Nadella, lo mejor que le ha pasado a Microsoft en su historia, es gran parte de responsable junto a una suerte de grandes profesionales (técnicos en su mayoría) que han creado el futuro para que los demás “se inspiren” en él.
¿Y cuál es ese futuro que nos espera? El futuro es la universalidad. El futuro es la fusión de todas las plataformas (móvil, escritorio, TV, tableta…) en una única donde nuestros servicios y aplicaciones se adaptan y funcionan sin importar el tamaño de la pantalla y creando experiencias adaptadas a cada una de ellas en un único desarrollo. Y donde varios dispositivos se terminarán por convertir en uno solo para dominarlos a todos: un smartphone de tal potencia y prestaciones, que hará las veces de ordenador portátil conectado a una pantalla más grande, de tablet controlando inalámbricamente una pantalla de tamaño medio, de TV, de todo… Y el primer paso es el concepto tras Windows Continuum.
Continuum, por si alguno no lo recuerda, es la facultad que tendrán algunos smartphones de gama alta con Windows 10 de conectarse a una pantalla, asociarles un teclado y un ratón y que nos permita hacer las funciones de un ordenador de sobremesa táctil. Así de simple. Un concepto genial que es el futuro de aquí a unos años para todos, cuando nuestro smartphone haga la función de todo lo que necesitemos y el tamaño de la pantalla sea relativo. Y alguno dirá: ya bueno, pero es que un Windows Phone es ARM y las apps de escritorio de toda la vida no funcionan. Es como un Windows RT. Cierto. Ahora. Miren al futuro. ¿Qué es la plataforma de desarrollo Windows 10 Universal? Una única app, un único desarrollo, ejecución en todas las plataformas. Solo hay que darle tiempo.
Es una jugada a dos bandas que pretende desbancar a Google de su actual posición y que tiene su primer paso en el otro jugador, Apple, con el iPad Pro. Quien no piense que Apple le ha dicho a Microsoft: sí, tienes razón, tu Surface es lo mejor que ha visto el mercado desde el iPad, es que no ha sabido entender esa particular simbiosis entre Apple y Microsoft, que hace que el jefe de producto de Office vaya a la presentación de los de Cupertino a mostrar lo bien que funciona Office en un iPad Pro y lo bonita que es la multitarea en pantalla partida del mismo, que seguro manejó mejor que nadie porque le recordaría a algo que él ya había manejado en otro sitio, ¿verdad?.
El iPad Pro y la fusión de APIs de desarrollo en una única plataforma iOS, OS X, tvOS y watchOS es la otra cara de la moneda de esta jugada maestra: el nuevo iPad Pro, que a día de hoy nadie entiende qué es, es una tableta con sistema operativo móvil que quiere ser de escritorio sin serlo, al igual que una Surface 3 Pro con Windows 10 es una tableta con sistema operativo de escritorio que quiere ser también móvil, pero también sin llegar a serlo. Ambas se encaminan hacia lo que Microsoft dijo que tenía que suceder: la confluencia de los sistemas operativos móviles y de escritorio en un solo entorno adaptable a cada situación de trabajo. Y ese cambio viene por las aplicaciones: aquellas que ahora han de romper la barrera del móvil y del escritorio.
Apps, ni de móvil ni de escritorio, solo apps
¿Qué es una app de móvil? Algo pequeñito y con una funcionalidad de andar por casa, ¿verdad? Si queremos trabajar de verdad hay que usar un Windows o un OS X de verdad en un ordenador. Windows Continuum o cualquier otro concepto universal no tiene sentido porque Office de Windows Phone es un Office pequeñito y con menos funciones, ¿a qué si? Pues no. Ahora lo será, pero dejará de serlo y ese cambio se está gestando sin que casi nadie sea consciente del mismo.
Apple, con su movimiento con el iPad Pro, no ha hecho otra cosa que apoyar a Microsoft para que su cambio se haga realidad porque a ambos, segundos y terceros en la carrera de la movilidad, les conviene una asociación no confesa en que vayan juntos de la mano para generar la disrupción del mercado de las aplicaciones. Porque Google tendrá una gran presencia en el mercado móvil, pero en ordenadores es el tercero y anecdótico, en un mercado dominado por Microsoft y Apple. Y porque Google, no tiene un sistema de escritorio serio ni una infraestructura de desarrollo capaz de hacer apps profesionales, mientras Apple y Microsoft sí. Ellos sí pueden romper la barrera del móvil y el escritorio: Google no. No será capaz de reaccionar a un mercado con aplicaciones profesionales que puedan ejecutarse en un dispositivo, hasta ahora, denominado móvil. Una jugada maestra.
Un iPad Pro es más potente que el 80% de los portátiles del mercado y Windows 10 está tan bien hecho, que funciona magníficamente bien en casi cualquier hardware. El siguiente paso es que las apps se universalicen: que Photoshop sea el mismo para iOS, OS X, Windows 10 o 10 Phone. El paso es que no haya diferencia entre arquitectura ARM y x86: la potencia y rendimiento ha llegado a un punto (y más que lo hará) en que la barrera que divide el escritorio del móvil empieza a ser difusa y son las apps las que terminarán de dar el cambio gracias a ese movimiento conjunto entre Microsoft y Apple, presionando a los desarrolladores con nuevas arquitecturas e infraestructuras.
Analicen: Apple libera el código de Swift, Microsoft incluye Objective-C en sus compiladores y crea compatibilidad para su sistema de las APIs nativas de Apple… ¿no lo ven claro? Se está facilitando al máximo a los desarrolladores hacer aplicaciones de escritorio universales y que los desarrollos sean casi uno que pueda ser usado en todas las plataformas (menos la de Google). Sí es cierto que no estamos hablando de un único desarrollo que funcione por igual en iOS, OS X o Windows Universal: pero sin duda, un muy alto porcentaje del código que se desarrolle será reusable en todas las plataformas (no hay más que echar un vistazo a Visual Studio 2015 para verlo claro y cristalino).
Así que sí: el futuro es tener nuestro móvil con Continuum, cargado con nuestras aplicaciones y una potencia sin igual, para que llevemos nuestro ordenador a cualquier sitio, pongamos el móvil en un dock y automáticamente tengamos delante nuestra nuestro escritorio para trabajar con las aplicaciones profesionales que necesitamos, además de nuevas e innovadoras formas como los respectivos lápices de la Surface 3 Pro y el iPad Pro para interactuar con ellas y manejarlas. Porque Microsoft y Apple pueden hacer APIs integradas en sus sistemas para manejar estos nuevos lápices digitales en el sistema operativo y en cualquier app… Google no puede. Android es demasiado generalista y como ya sabemos, un S Pen fuera de las apps de Samsung es un dedo.
El futuro se vislumbra muy atractivo, universal y mágico. Y Microsoft es la que ha dicho: vamos a hacerlo así, ¿vale? Y Apple ha contestado: de acuerdo, hagámoslo. Pero si les preguntan, les dirán que se han vuelto locos. Negación plausible.